Palau Baró de Quadras
Según desde qué fachada lo contemplemos, el Palacio Baró de Quadras es una auténtica bombonera: por un lado, un palacio neogótico; por el otro, un edificio de pisos modernista. Y dentro, el palacio se abre como una caja de sorpresas gracias a su decoración ecléctica y de gusto refinado.
Hacia el año 1900 el Barón de Quadras encargó a Josep Puig i Cadafalch la reforma de un bloque de pisos en la calle Rosselló. Entre los años 1902 y 1903 el arquitecto transformó el edificio completamente, dotándolo de una doble fachada que lo hacía especialmente interesante. Contemplada desde la avenida Diagonal, la casa recuerda a los palacios góticos norte europeos, con un estilo neo-plateresco que realza el carácter noble de la construcción. Aquí, la trabajada tribuna corrida, en la que destacan las esculturas en forma de bustos de personajes medievales o renacentistas, las flores y los escudos heráldicos, y las buhardillas del piso de arriba conectan plenamente con el estilo medieval europeo. Destaca el trabajo escultórico de Eusebi Arnau y de Alfons Juyol.
En cambio, la fachada de la calle Rosselló conserva vestigios del antiguo edificio, decorado en estilo modernista con elementos del "Sezession vienés". Desde el año 2013 el palacio es sede del Institut Ramon Llull, y en su interior la decoración modernista más ecléctica es la auténtica protagonista, como se puede apreciar en la influencia del estilo neogótico de la gran escalinata o de la puerta de entrada de hierro forjado. Encontramos también detalles de estilo neoarabesco en el mosaico, las serigrafías o la madera policromada.